Malaysia
En 1966 escribí una canción en la que mencioné una antigua ciudad en Malasia, sobre un pescador que conocí allí y una canción que él me enseñó. Qué curiosa cómo funciona la vida y la historia. Cincuenta años después estamos aquí, unidos por la fe, la hermandad y la cultura.
Malasia es una nación única; al estudiar su historia descubrí algo muy especial, su conexión con el islam es como la mía: un encuentro inesperado con el destino, fruto del amor por la belleza, la ética y la honestidad. No fue la espada, sino la deslumbrante llegada de la verdad, y el rostro noble de la humanidad, la que nos doblegó. Para mí fue el Corán. El descubrimiento instantáneo de misterios y secretos que sólo pueden ser explicados por la divina revelación.
La forma en la que el Corán mostró la realidad de este universo fue muy evidente – simplemente mirándonos directamente a los ojos, el balance milagroso en la naturaleza, la armonía de lo masculino y lo femenino, la noche y el día, el glorioso sol y la luna; las estrellas y las galaxias, las plantas suntuosas, las frutas, los árboles, los océanos y las criaturas de todos los tamaños, formas y tipos, grandes y diminutos en este universo. Si toda esta evidencia de belleza y predestinación no son suficientes para cuestionar nuestra inteligencia y hacernos apreciar la existencia del más perfecto y omnisciente creador, ¿qué más podría hacernos despertar del letargo de la ignorancia?
Por encima de todo, el mensaje me llevó indefectiblemente hacia la unión absoluta. Las contradicciones de la cosmovisión de múltiples devociones eran difíciles de aceptar, pues fuerzas misteriosas invisibles juegan con el destino de la humanidad, y diferentes deidades y religiones se enfrentan y luchan por la dominación.
Instintivamente, empecé a sentirme como en casa.
La llegada del islam en Malasia es una historia maravillosa de transformación y cambio paulatino. Desde luego que el momento en que las islas se contactaron con los mercantes árabes y musulmanes ha de haber sido estupendo. La profunda simplicidad del mensaje de unión seguramente abrió sus corazones. Además, sus características y costumbres fueron hechas bajo conciencia de Dios; el brillo de sus rostros, la confianza y honestidad de su comportamiento y su higiene; la forma en la que rezaban, sus conductas y sus interacciones pacíficas sin duda se destacaron.
Mientras más aprendían los locales sobre sus creencias, más claridad descubrían.
En mi caso no fue tan así, la impronta negativa del islam y los musulmanes habían calado muy profundo en la psiquis social de Occidente, y las noticias nunca eran buenas ni correctas. Había mucho que trabajar frente a los prejuicios.
Sin embargo, en aquella época había muchos menos prejuicios por esos lares: la religión no se transmitía a través de guerras, ni de la BBC o CNN, así que las malas noticias no eran un problema. La gente aprendía de religión por medio de las personas que conocían, en las que confiaban y con las que hacían negocios.
La integridad comercial de los comerciantes musulmanes les permitió establecer una red fluida que conectaba las costas de África del Este, Arabia y el Golfo Pérsico con las islas de Indonesia y la costa de China. Consigo acarrearon una religión en común, uniendo a personas de diversas castas y razas, sin el estigma del prejuicio ni la superioridad de una tribu.
Ibn Battuta, el gran viajero, admiró la bondad y hospitalidad del sultán de Sumatra (Samudera Pasai) en Indonesia, donde el islam había echado raíces. Ahí se hospedó durante dos semanas como huésped del sultán, que más tarde le otorgó suministros y lo envió hacia China en uno de sus juncos. Así es tal la belleza y el carácter del islam.
Kedah fue uno de los primeros sultanatos que se estableció en Malasia. También hay registro histórico de que, en el año 1390 aproximadamente, un príncipe de Java, exiliado de su tierra natal, desembarcó en la costa oeste de Malasia con su séquito real conformado por unos mil jóvenes. En esa época existían reinos hindúes, budistas y animistas en la misma área; Siam (conocida hoy en día como Tailandia) era una fuerza imperial muy fuerte.
El príncipe expulsó a los siameses. Una vez asentado, construyó la ciudad de Malaca, e impulsó el comercio pacífico.
El folclor local cuenta que el príncipe (llamado Parameswara) se enamoró de una princesa de la corte de Pasai, aceptó el islam, se casó con ella y cambió su nombre al de sultán Iskander Shah.
El sultán Iskandar Shah gobernó como un monarca generoso y de buen corazón e invitó a eruditos musulmanes de lugares tan lejanos como La Meca, los honró y fomentó la expansión del islam. Malaca se convirtió no solo en un puerto de comercio internacional sino también en un centro de aprendizaje del islam. Fue un puerto concurrido, que atrajo cientos de embarcaciones por año.
Sin embargo, Malasia y en particular Malaca pronto se convirtieron en un codiciado premio para los imperios europeos que estaban naciendo. Hacia finales de este período, los intereses coloniales de Europa habían perturbado este centro cultural de libre circulación.
Los portugueses y, más tarde, los holandeses, instauraron en el océano Índico el “comercio armado”, obligando a los demás a recurrir a las armas para su defensa o pagarles a los invasores europeos para que los protegieran.
El sultán Iskander Shah murió en 1424. Su tumba no ha podido encontrarse ya que los portugueses, al tomar poder de Malaca en 1510, exhumaron la sepultura de todos los sultanes de Malasia y destruyeron sus lápidas. Sin embargo, el legado del sultán Iskander Shah sigue presente. Fue un príncipe que hizo prosperar el islam en Malasia gracias al amor de una hermosa princesa y de su bella religión.
Ha pasado muchísimo tiempo. La brecha tecnológica y política entre los musulmanes y el mundo occidental a veces parece insalvable. La secularización del conocimiento y el distanciamiento de la revelación ha generado un ciudadano sin alma, como bien dijo el erudito malayo Syed Naquib Al Attas: en el islam, el propósito de la búsqueda de conocimiento es producir un hombre bueno, no solamente un buen ciudadano o un buen consumidor.
Hoy en día, son enormes los desafíos de vivir bajo el islam y de ser musulmán. Las luchas que están llevándose a cabo son resultado de la imposibilidad de los musulmanes de encontrar el balance y adaptarse al mundo dominado por la filosofía de un universo sin Dios y las cuestiones económicas reinantes.
No obstante, la humanidad continúa su viaje, porque la esperanza de un mundo pacífico y justo es una candela en el corazón de la humanidad que nunca extingue. Justamente, la civilización no es estática, sino que es un proceso creativo; necesita tanto del itjihad (esfuerzo intelectual) como de la acción. Como dice Iqbal: “La médula de la vida se encuentra en la acción. El deleite de la creación es la Ley de la Vida. ¡Levántate y crea un mundo nuevo!”.
Nada podrá devolvernos la gloria del pasado salvo la creación de un nuevo presente. Una de las canciones más famosas que yo he cantado se llama Morning Has Broken y refleja el poder de Dios para crear cosas nuevas a través de su eterna sabiduría y misericordia.
El caos y la confusión de los que somos testigos en las naciones árabes es síntoma del anhelo por un cambio. Pero una fórmula sin el espíritu de la misericordia y de la justicia de Dios; sin buena voluntad ni acciones en pro de la humanidad, sino impuestas mediante la fuerza y el miedo, no logrará atraer la admiración de los demás. Traerá solamente mayor repulsión.
La violencia y la enemistad sirven a los objetivos del Arco Engañador y su malvada estrategia para mantener a la gente dividida y luchando. Especialmente aquellos que frecuentan las mezquitas, iglesias o Templos. En este contexto, hay mucho que aprender de la historia del islam en esta región. Si bien nos damos cuenta de que uno no puede retroceder el reloj o devolver el mundo a épocas pasadas, el ingenio pragmático del hombre definitivamente puede capacitarnos para aprender de nuestros éxitos y errores y alumbrarnos un camino a seguir.
La verdad, cuando aparece, se ubica por encima de todas las distorsiones. No necesita de la guerra, de la seguridad nacional o de bombas nucleares para avanzar y ser protegida. El profeta, la paz sea con él, terminando su peregrinaje hacia Hajj, fue concedido con las últimas palabras del Corán que establecían que la religión y la bendición del islam estaban completas:
Hoy os he perfeccionado vuestra religión, he completado Mi gracia sobre vosotros y he dispuesto que el islam sea vuestra religión… (El Corán 5:3)
Con este versículo se terminaron los ataques, y la luz y la paz del islam empezaron a esparcirse. Como dijo Agustino, “La verdad es como un león; no tendría que defenderla. Déjala libre; se defenderá a sí misma”. Poco a poco la gente fue adoptando el islam y surgió una nueva nación de creyentes.
Mi primer viaje a Malasia luego de convertirme en musulmán me reveló cómo se manifestaba el islam en el lejano Oriente. La amabilidad era evidente. ¡Los colores eran asombrosos!
Por fin había entendido el lugar del arte y de la música dentro de la civilización islámica; algo que se nos había olvidado con el paso del tiempo. Ibn Jaldun, quizás uno de los historiadores más reconocidos del mundo y uno de los filósofos más importantes del mundo islámico, dijo a finales del siglo XIV: “El oficio de cantar es el último oficio que aparece en una civilización, ya que constituye (el último avance hacia) el lujo sin importar qué profesión, salvo la del placer y la del entretenimiento. También es el primero en aparecer en cualquier civilización cuando ésta se desintegra y se retrotrae”.
El arte en sí es una confluencia estética, donde las culturas y la civilización se mezclan libremente en paz, sin fronteras ni pasaportes. Es la forma en la que podemos intercambiar los frutos de nuestras creencias e ideas y, mediante símbolos y palabras, los sentimientos misteriosos, la belleza de nuestra fe y nuestros deseos eternos.
Mi trayectoria es sólo un microcosmos de una historia aún más grande sobre la supervivencia del ser humano. Cuando conocí algo mejor, me trasladé y me asenté en la riqueza de la historia del islam, su civilización y su experiencia.
Lo mismo pasó con el islam en Malasia. Tiene una historia muy bella de paz y tolerancia desde sus inicios, y hoy en día deberíamos reexaminar su mensaje de receptividad, que es una característica importante de la verdad. No es necesario cerrar las puertas, como vemos pasando en Europa. Alá ayuda a quien espera y a quien hace el bien. El principio de la tolerancia queda claro en el versículo del Corán:
No está permitido forzar a nadie a creer. La guía se ha diferenciado del desvío… (El Corán 2:256)
Esta charla fue dictada en octubre de 2015 durante la visita de Yusuf a Kuala Lumpur.